Llevo en el alma la divina huella
de tu recuerdo, madre inolvidable;
otras pisadas hay, pero tan bella
ninguna habrá, ni tan imperdurable.
En tu interior un día me tuviste,
y en tu interior me llevas todavía.
Nunca al pensar en ti puedo estar triste,
pues soy tan tuyo como tú eres mía.
Cuando ya del destino me quejaba
sólo un bien me rescataba, una ventura y
eras tú, madre mía, tú, mi amor, mi
esperanza, mi alegría.
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